José Contreras
Domingo, en el Prólogo de Experiencia y Alteridad en Educación, de Carlos
Skliar y Jorge Larrosa, nos deja en el aire un deseo, un sueño…
¿Sería posible pensar,
expresar, vivir la educación como una experiencia, como un experimentar, sentir
y aprender, que no trate solo de “cosas” de “conocimientos”, sino también de
nosotros? ¿Experiencias que pongan en juego (que nos pongan en juego desde) la
imaginación, la sensibilidad, la relación entre el hacer y el decir, la
relación entre las palabras y las cosas, la narración y nuestras historias, la
pregunta abierta, el no saber y quedarse pensando, o probando, el quedarse
sorprendidos, ensimismados? ¿Sería posible como conversación sin guion,
dejándose llevar, abriéndose a lo que cobra sentido, necesidad, libertad?
¿Sería posible sin dar por supuesto quién es y ha de ser cada uno y cada una, y
abriendo y explorando posibilidades de ser, sueños de ser, deseos de ser?
En la escuela
pública infantil Minami Kodatsuno en Kanazawa, ciudad japonesa de unos ocho mil
habitantes, el profesor Toshiro Kanamori inicia el curso escolar diciéndoles a
sus alumnos y alumnas de diez años: “El objetivo de este año es ser felices. No
tenemos más que una vida y es importante aprovecharla para ser felices”.
“Children full
of life” es un documental realizado por Noburu Kaetsu, Junichi Nogami y Naoaki
Hinohara, que nos muestra la extraordinaria labor que realiza el profesor
Kanamori a lo largo de un curso escolar con su alumnado y que, de alguna manera
mágica, hace realidad ese deseo que José Contreras Domingo soñó…
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